Grandes cambios se han producido en nuestro
deporte en los últimos años,
sobre todo en el rugby Argentino que estuvo
de alguna manera alejado de las nuevas organizaciones
del rugby internacional.
El importante crecimiento del rugby
en el País y su tremendo desarrollo
a partir del representativo nacional “Los
Pumas” por los éxitos obtenidos
desde 1965 hasta nuestros días, incluyendo
los dos últimos mundiales en Gales
y Australia, han generado en nuestros jóvenes
un acercamiento al juego del rugby. Este entusiasmo
nace del propio juego, de la adecuación
de sus reglas, y de su entorno.
Pero a su vez también el Rugby vive
una de sus más grandes batallas, que
es la del propio juego con sus principios
y tradiciones, con la presión exterior
de la televisión y el exitismo de la
propia sociedad de nuestros días. Esa
juventud encantada por los éxitos ve,
se entusiasma, y entra en el juego masificándolo
rápidamente, muchas veces sin ninguna
contención y más grave aún
sin la correcta enseñanza de sus principios.
Todos los que hemos jugado rugby sabemos que
en este juego esos principios éticos-filosóficos
y técnicos-tácticos están
permanentemente entrelazados para configurar
un deporte absolutamente único. No
queremos entonces un rugby desbordado, queremos
un rugby que eduque y contenga correctamente
a nuestros jóvenes.
Si logramos triunfar en este enfoque de contención,
nuestro rugby se masificará, se popularizará
mucho más sin vulgarizarlo: lo popular
debe ser superior a lo no vulgar. Es decir
estará al alcance de todos sin perder
su espíritu, que no es ni más
ni menos que un modelo de escuela de vida
para que los jóvenes afronten en el
futuro todos los desafíos, desviaciones
y tentaciones que hoy presenta nuestra sociedad
moderna.
Esta nueva organización del juego que
empezó en Argentina hace breve tiempo
a través del “Coaching”
y que hasta hace pocos años en nuestro
país parecía impensada, imposible
e irrealizable, es hoy una realidad que avanza
en un camino veloz e inexorable sobre las
actuales estructuras produciendo cambios con
adecuación en la competencia y en el
juego.
El rugby de las primeras potencias del mundo
que se adecuó a esos enfoques es hoy
altamente competitivo y profesional, sobre
todo en los niveles más altos, e incipiente
en nuestro país; pero camino hacia
la transformación.
Lo cierto en definitiva es que la profesionalización
del rugby en el ámbito internacional
ha elevado sustancialmente la calidad del
juego y sus exigencias, por ende nuestro enfoque
actual debe ser diferente.
Para quienes hemos vivido y disfrutado del
“rugby amateur” de décadas
anteriores esta realidad puede llenarnos de
nostalgia y recuerdos. Pero la realidad de
hoy es que nuestro rugby está cambiando.
En el ámbito local, regional, nacional
e internacional el estándar de exigencia
es cada día más importante.
La realidad de hoy nos dice que debemos adaptarnos
a esta nueva modalidad evolucionando hacia
lo que inexorablemente ya está ocurriendo
y que por otro lado es inevitable. “Una
mejor organización y competencia”.
Aclarando nuestras mentes podría decir
que la vieja organización de nuestro
deporte ha muerto, o por lo menos se encuentra
en terapia intensiva, el nuevo rugby es ya
una realidad avasalladora en el mundo y de
creciente desarrollo en nuestro país;
debemos adaptarnos a esta evolución
cambiando nuestras estructuras si es que queremos
actuar en el actual contexto internacional.
Ante esta realidad inexorable solo nos queda
aceptarla o desaparecer, o sin ser tan dramáticos
quedar absolutamente relegados.
El primer pensamiento que he elaborado es
que hay que cambiar las viejas estructuras
y organización del juego. Dejando de
lado las discusiones bizantinas de amateurismo
o profesionalismo; pero que como toda realidad
definida no es posible desconocerla. Si lo
hiciera y lo negara estaría actuando
con una actitud necia o al menos de ignorancia
e irresponsabilidad. Esta es una discusión
que el Rugby del iRB ya definió a favor
del profesionalismo.
Pero luego de meditar y pensar durante un
tiempo, estando a la vez dentro del “Coaching
Argentino”, he llegado a la conclusión
que ocuparse en el desarrollo del juego es
una tarea titánica, de responsabilidades
extremas y que para seguir transformando el
Rugby Argentino necesitamos objetivos y mentes
claras. Los que estamos en él jamás
debemos perder de la mira estos principios
éticos que sustentan este juego, es
más, debemos trasmitirlos permanentemente
haciendo un culto de esta enseñanza
junto a las capacitaciones técnicas
que damos permanentemente.
El objetivo entonces del Rugby Argentino es
superar las viejas estructuras no siendo reaccionarios
a los nuevos aires de cambios que se vienen
produciendo, manteniéndonos unidos
con un norte común, para ver nuestro
rugby definitivamente competiendo en el más
alto nivel Internacional.
Para ello los dirigentes y entrenadores deberán
trabajar generando la infraestructura básica
con el ambiente acogedor que el rugby necesita.
Preparándose para cambiar el enfoque
y tomar conciencia del futuro que nos aguarda.
Un rugby más organizado, por lo tanto
más exigente y de más aprendizaje.
Solo un Coaching Nacional serio y eficiente
podrá difundir conocimiento y capacitación,
herramienta determinante que nos permitirá
insertarnos en el futuro con chances de éxito
en el rugby internacional. No bastará
haber jugado al rugby para entrenar o referear
a futuros jugadores, eso hoy ya no es suficiente.
Deberán seguir esforzándose
en la búsqueda del mejoramiento individual,
asistiendo a cursos, clínicas, talleres,
charlas, entrenamientos, evaluaciones, etc.
para mejorar nuestros estándares rugbísticos.
Sin olvidar jamás que este juego tiene
su sustento básico en la amistad, lealtad
y respeto.
Los que estamos dentro de la “Organización
del Coaching” tenemos el objetivo de
generar entusiasmo con la enseñanza
del rugby, transmitiendo sus tradiciones y
espíritu, enseñando la mejor
técnica posible, para que nuestros
entrenadores realicen la profunda transformación
que nuestro rugby necesita. Lo hacemos con
la esperanza que este enfoque nos llevará
en el sentido deseado.
Afectuosamente.
Jorge Nasazzi
Oficial Nacional de Desarrollo