La semana pasada Alireza Iraj se esforzaba en el terreno de juego del complejo Azadi por atender a la vez a varios medios de comunicación extranjeros y a sus acolitas, que pateaban el balón embutidas en el tradicional 'maghnaeh' -un velo que además de la cabeza cubre hombros y media espalda- y un uniforme de pantalones bombachos.
"Si mis jugadoras pudieran usar pantalones cortos como en Europa ganarían todos los partidos. Pero es cierto que así sólo podemos enfrentarnos a otros equipos iraníes que visten de la misma forma. ¡Imagina que fácil sería placarlas así", asume el iraní de 30 años.
Las restricciones impuestas por la normativa local dificultan incluso el propio trabajo del entrenador, incapaz de reproducir un placaje con las chicas por aquello de que el contacto físico entre los dos sexos no es una tradición en boga por estos lares.
Sin embargo, tanto Iraj como cualquiera de las muchachas destilan una determinación tan explícita como las palabras de Rani Sadashivapa, una joven de 18 años, que reconoce que le atraen 'los desafíos'. "Por eso elegí el rugby, me gustan los deportes duros, no las cosas suaves", dice. "Ese fue el motivo que me llevó a dejar el baloncesto hace un año y apuntarme al rugby", añade.
Promover un deporte inusual
Porque el cantante y líder del grupo pop iraní Qasedaq, y jugador el mismo de este deporte, se ha impuesto junto a las 19 féminas que adiestra el notable propósito de promover un deporte tan inusual como inesperado en una nación donde las mujeres no consiguieron recuperar una presencia significativa en el deporte hasta la década de los 90.
De hecho, la propia Unión de Rugby iraní se estableció en el 2002 y aunque ya dispone de cerca de un millar de jugadores -tanto hombres como mujeres- su desarrollo no ha pasado de los albores. La misma selección nacional masculina no disputó su primer partido internacional hasta el 2007, y las féminas sólo fueron aceptadas hace 4 años en dicha disciplina.
"En la federación algunos creen que este es un juego americano pero no lo es y también tienen objeciones a que un hombre entrene al equipo pero fueron ellas las que solicitaron que yo fuese el técnico", puntualiza Iraj.
Para la capitana del equipo, Zahra Nuri, las dificultades que enfrenta una jugadora de rugby iraní son incontables. "Nadie nos apoya salvo este hotel, Pasargad. Todo lo tenemos que hacer nosotras mismas. Cuando íbamos a jugar el primer partido internacional en Baku (Azerbaiyán) la federación (iraní) lo canceló y no sabemos por qué. Lo mismo pasó con el campeonato femenino de este año. Lo anularon y no sabemos por qué. Todas estamos convencidas de que a las autoridades deportivas no les interesa ver a mujeres jugando al rugby", precisa.
Sin embargo las chicas defienden al unísono el requerimiento de utilizar un uniforme inadecuado para esta actividad. "Nuestras creencias son más importantes que el rugby", acota Nuri.
Los esfuerzos del combinado de rugby se inscriben en la pugna más general de las féminas iraníes por quebrar las limitaciones instituidas por la república islámica incluso en el sector deportivo. En Irán, por ejemplo, las mujeres mantienen una campaña recurrente desde hace años para conseguir que se les permita el acceso a los partidos de fútbol junto a los aficionados masculinos.
Tras el advenimiento de la república islámica en 1979, las aficionadas iraníes no pudieron personarse en un encuentro de balompié hasta 1994, cuando las autoridades permitieron asistir a medio millar a un partido del campeonato juvenil de Asia. El régimen les prohibió el paso al día siguiente ante la polémica que se generó en la prensa más conservadora.
Los arrestos de las féminas y su persistencia han sido tales que incluso han inspirado varios documentales y filmes, entre los que se cuenta la famosa película 'Fuera de Juego', realizada por Jafar Panahi que relata la surrealista odisea de seis chicas que se visten de chicos para ver un partido de la selección nacional iraní.
El rugby, la punta del iceberg
El reclamo se ha convertido en un símbolo del activismo democrático especialmente después de que varias decenas de feministas acudieran de forma repetida a los estadios para intentar forzar su entrada imitando la espectacular estampida que protagonizaron miles de ellas en diciembre de 1997, cuando se unieron en el estadio Azadi a decenas de miles de seguidores extasiados para recibir a la selección nacional que se había clasificado para el Mundial por primera vez en su historia.
Las activistas han llegado a presentarse frente a los recintos deportivos portando un 'hiyab' (pañuelo) pintorreteado con un lema que rezaba: 'la mitad del estadio es nuestro derecho'.
"El fútbol femenino en Irán representa una batalla por la libertad. Es una forma de luchar y de mostrar que no las atarán», declaró Najafi, autora del documental 'Fútbol a cubierto', que se exhibió en el reciente Festival de Berlín.
Consciente de la controversia que les acompaña, Iraj intenta mitigar el significado de su propia iniciativa. "No queremos iniciar otra revolución sino probar que las mujeres no son los seres débiles que imaginamos. En cualquier caso la presencia de chicas en el rugby está ayudando a cambiar la atmósfera", sentencia.
Zahra Nuri es incluso más contundente. "Nos entrenamos tan duro o más que los hombres. Nos lesionamos y nos golpeamos. Nadie puede dudar de nuestra dedicación por el hecho de ser mujeres", advierte.