Porque te ayuda a controlarte; porque te ayuda a ayudar: a vos, a tus adversarios, a tus compañeros, a todos en la vida y porque le tiende la mano a los lungos, a los gordos, a los flacos, a los petizos, a los rápidos, a los lentos. . . a todos.
Se juega para que ames, para amarte, para mejorar tu salud física, para respetar al deporte, al adversario, a las instituciones y a las leyes. ¿Y el cómo? El solo hecho de que cuando portas la pelota todos tus compañeros te siguen, te acompañan, te ayudan a que tomes la mejor decisión, y si así no fuera, lo de la decisión, no volará ningún reproche, se trata, en sí mismo, de una comunión.
Y no te digo nada cuando vos: portador de la pelota, se la pasas a tu compañero con lo que tácitamente le trasladas la misma responsabilidad que vos tuviste hasta ese instante.
Amigos: la pelota, el jugador, la cancha explican la existencia de todos los que rodean a este deporte: los técnicos, los dirigentes, los periodistas, las parrillas, los cánticos, los abrazos, las lágrimas y las risas.
Entonces qué importancia tiene la lista de las posiciones finales de cualquier torneo. Sin aquel que salió último este año no hubiera habido un primero ni un segundo ni un tercero.
El podio es una escalera de tres peldaños que pronto se comienza a descender, la estadía en ese lugar ocupa un pequeño lugar y sólo un instante en la vida de cualquiera, lo mismo sucede con el séptimo, con el quinto.
A todos los une la alegría del martes, jueves, del gimnasio, del cinco bajo cero, de la convalecencia de cualquier lesión, del viaje, de llegar y saludar al adversario, del tercer tiempo, del respeto al veterano y del respeto a los clubes, la segunda casa.