A Mendoza se le escapó el partido en el último minuto
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El Club Los Tarcos no albergó una pelea de púgiles enguantados pugnando por un cinturón. No, fue testigo del emotivo partido en que los "naranjas tucumanos" vencieron a Mendoza por 24-22. Infartos a la orden del día.
El primer golpe visitante acusó recibo pronto por parte de la naranja ¿Qué hacer cuando un rival que no tiene la presión de ser local pronto se pone en ventaja? Lógicamente hacer lo posible por apoyar la ovalada en el in goal contrario, y si esto no es posible, confiar en la inefable patada del encargado de apuntar a los palos, que pese a haberse convertido en el héroe de la tarde al final, tuvo tres penales para el olvido, dos de ellos con la traidora participación de los palos.
Un simple cartoncito amarillo para los "cuyanos" volcó el partido a favor de los "naranjas" que pronto pudieron respirar un aire que parecía más puro y limpio que el de las montañas linderas a los hogares de los visitantes: el de la tranquilidad. Fortino y Ponce con sendos trys aportaron una diferencia que si bien no era definitiva, y lejos estaba de serlo, tenía más pinta de agrandarse que de achicarse con el correr de los minutos.
¿Qué hacer cuando la ventaja es exigua y el rival sale a comerse la cancha y todo lo que haya en ella en el segundo periodo? Proponer una defensa férrea y en lo posible no perder, ni siquiera negociar, el protagonismo del match. Lo cierto es que las ansias de rematar el partido le jugaron una mala pasada a Tucumán. Primero en una contra que descubrió enormes huecos en la defensa local y que cubrió todo el ancho de la cancha con maestría.
Segundo, luego de haber arrinconado sin piedad a los de camiseta naranja contra su in goal. De repente el partido se dio vuelta con dos trys de Mendoza que jugaba mejor y estaba firme en su objetivo de mojarle la oreja a los dueños de casa.
Es difícil saber que pasa por la cabeza de los jugadores que de pronto se ven en desventaja, perdiendo todo lo que minutos atrás era suyo, y con el reloj jugando a favor de los contrarios. Cuando los partidos son parejos y ninguno despliega un juego brillante y avasallante, los espacios ceden y los nervios ganan.
Es momento de tirar drops, de pedir palos y recurrir a los mauls. Es momento de confiar la victoria al pie de tu compañero. Quizás sea aun más difícil saber que se cruzó por la mente de Faralle al pararse perfilado para embestir la guinda, luego de haber tenido una tarde irregular.
Mucho más fácil es imaginar su tranquilidad al oír la sirena avisar que el partido había terminado, que las banderas avisaban que la patada era buena y que el triunfo se quedaba en casa.