Imagen del centro de Wellington
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La isla sur de Nueva Zelanda, posee características invernales, mucho frío, vientos helados, lluvia y nieve, de hecho ciudades como Dunedin, Queenstown o Invercargill, están preparadas más para actividades de invierno que de verano.
En la isla norte, donde se destacan las dos ciudades de mayor relevancia Auckland y Wellington, parece que de a poco el clima va mejorando, los días nublados y de lluvia han quedado atrás, la primavera con sus días cálidos intenta abrirse paso a toda costa.
Las actividades son variadas y hay rugby por todos lados, eventos, festivales de música, marcas intencionales promoviendo sus productos con juegos didácticos, jóvenes que al salir de sus colegios se divierten con una pelota ovalada donde no existen distinciones de ningún tipo, sólo una pasión en común que todos disfrutan, a un lado, un Escocés toca su gaita en una esquina y todos aprecian el entusiasmo del hombre con falda.
Las plazas se transforman en campos de rugby improvisados y una guinda invita a acercarse a ocasionales jugadores de distintas nacionalidades que comparten más que un momento deportivo, es un sentimiento que no distingue credos, religiones y sólo se deja guiar por un una misma razón, el juego.
El solo pega fuerte en Wellington, los 500 mil habitantes de la capital parecieran confabular para que la fiesta sea perfecta, todos aportan los suyo para que cada día que pase se transforme en una nueva página en la historia dorada de una nación orgullosa de su Mundial, todos coinciden, es el evento más importante en el abundante historial de rugby en la tierra de los All Blacks.
La ciudad está colapsada de gente, en la isla no hay lugar para nadie más, miles de turistas y seguidores han ocupado todo el alojamiento previsto y mucho más, campings, hoteles, cabañas, casas de habitantes locales, hostels, todo está a full, no vacancy, la ciudad respira rugby en el poco lugar que queda sin colapsar, sin dudas el corazón de la gente.
El domingo juegan los Pumas y se presagia buen tiempo, esperamos que el sol salga para la Argentina y que las nubes se vayan rumbo a la otra isla, la de Escocia, aquella donde hay varios como aquel que tocaba la gaita.