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Santiago Gómez Cora |
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El sol brilla y debajo de sus bermudas se notan sus tobillos angostos y esas pantorrillas de velocista que lo convirtieron en un ícono mundial del rugby reducido. Sus 230 tries en más de 10 temporadas en el seven mundial lo hacen recordman histórico de esa entretenida versión del rugby. Es más conocido en el extranjero que en el país.
Hoy su vida sigue ovalada pero desde el otro lado de la raya de cal. Está hoy en Houston colaborando con el seleccionado femenino de rugby; trabaja en el grupo de entrenadores nacionales de seven bajo Nicolás Fernández Lobbe, sacó campeón a Buenos Aires en el Seven de la República y hace coaching en Old Georgian. Tiene además un emprendimiento junto a tres colosos del seven.
Ya no juega más aunque sigue en peso y aparente estado físico. La última camiseta que usó en el circuito, en Londres 2010, le sigue quedando. "Me parece que me ajusta un poquito", se ríe. "Amaría empezar a jugar hoy. Veo las facilidades que tienen los chicos y no lo puedo creer... Antes nos quejábamos de todo lo que no teníamos; ahora es más cómodo aunque me encantó haber sido parte del proceso que llevó a que los chicos tengan estas facilidades."
Usa la palabra revolucionario y vale el término porque lo fue. En base a tries, a la constancia, a trabajar en silencio y no tanto cuando el sistema no acompañaba, vivió el proceso de un circuito que arrancó tímido a convertirse en el circo trashumante que es hoy.
Debutó en el 2000 en un seleccionado de rugby ten, una versión más que entretenida que se jugaba anualmente en Kuala Lumpur; en ese equipo del 2000 jugó también Rodrigo Roncero. Enseguida, su capacidad para hacer tries lo elevaron al seven y nunca más faltó hasta el 2010 cuando, en silencio, se retiró. Los entrenadores avisaron en la charla para el último partido que dejaba el seven. "Ese partido contra Fiji en Twickenham lo disfruté como nunca; cada corrida, cada kick, cada segundo. Terminé con un try y ganamos. Al salir de la cancha sentía que se me venía todo abajo... que entregaba algo que me hacía feliz y sabía hacer. No fue fácil pero no me guardé nada."
Es un agradecido del rugby reducido: por lo que le dio y lo que le da.
Por estas horas, Santi está en Houston, Texas, con el seleccionado femenino que jugará por prime-ra vez en el circuito mundial del IRB. En la charla antes de viajar contó que es una experiencia muy buena; el rugby femenino busca un mayor desarrollo con miras a los Juegos Olímpicos y es una gran oportunidad que tenemos de viajar y jugar dos torneos en preparación para la clasificación al próximo Mundial de Seven.
Esa chance para ir a Moscú se jugará en Río de Janeiro el último fin de semana de febrero y todas las apuestas están con las chicas de Brasil, invictas en la región.
"En lo personal es un desafío enorme porque siempre trabajé con varones. Hay un entrenador (Miguel Seró) así que voy a ayudar, a compartir y devolver todo lo que aprendí. Veremos cómo está el rugby femenino y a partir de ahí armar un proceso de acá al 2016. No tuve oportunidad de trabajar mucho con las chicas antes del viaje; sólo pude ver algunos videos y los entrenamientos en el SIC. La idea es ayudar con mi experiencia en el seven y con tantos años de estar en el rugby y empezar a pensar en el camino a los Juegos Olímpicos."
El año pasado formó una compañía junto al fijiano Waisale Serevi, el inglés Ben Gollings y el entrenador de los All Blacks Sevens Gordon Tiejtens, todas leyendas del rugby reducido. "Llevamos por todo el mundo nuestra experiencia conjunta en el seven; con los Juegos el crecimiento global del seven es enorme y hay gran interés a distintos niveles por contar con desarrollo y capacitación como la que ofrecemos."
Y sigue, "los cuatro tenemos muchas ganas de devolverle a la gente, al rugby, todos nuestros conocimientos. Nos llena poder devolver lo aprendido, más allá de lo que les queda a los chicos."
La evolución del rugby es gigante; esto no escapa al rugby seven. Según explica Santiago, "antes se jugaban entre siete y ocho minutos de tiempo neto. Hoy ya se juegan entre ocho y nueve que, para el que no sabe, esa diferencia es el día y la noche. Hay más dinámica y técnica de equipo; más esquema y sin tanta gracia individual."
No se puede obviar en la charla su récord de 230 tries en el circuito. "No quería que me lo sacaran mientras jugara; ahora que me retiré ya está... no puedo hacer nada para defenderlo. Me quedo más con los títulos obtenidos, el quedarse entrenando solos para algún torneo, el haber compartido cosas con chicos que hoy están en Los Pumas y todavía te agradecen el haberlos ayudado cuando empezaron con el seven. "
Los tries que tiene en su memoria los divide en dos grupos: los individuales y los que significaron cosas para el equipo. "Contra Francia, en Hong Kong, hice dos sombreritos y entre al ingoal; justo después de que Banfield (NdR: es hincha fanático) saliera campeón hice uno en Twickenham contra los All Blacks. Ese día tenía la camiseta del Taladro debajo de la de Argentina y la mostró en el festejo. Y contra Fiji en Dubai la llevé de in-goal a ingoal con el pie... le pegué siete veces. Y en el plano grupal está el de la semifinal contra Estados Unidos en el torneo que ganamos en San Diego. Faltaban 40 segundos y nos quedábamos afuera; fue el famoso try que soñás toda la vida."
Su carrera tuvo alegrías, pero el dolor de haber caído en la final del Mundial de Seven en el 2009 es tal que no pude volver a ver la final. "No puedo. Tuve dos situaciones de try; una que fue tackle sin pelota que tengo bien claro en mi mente. La otra fue un rastrón que quedó a medio metro y no llegué. Podés ser héroe o villano. Pero lo tomo como un juego de conjunto... el try de San Diego fue de todos y el que no fue también."
Humilde, dice que "quiero aprender y no quiero saltear etapas, aunque me encantaría entrenar a Los Pumas 7. Tienen una estructura armada y me encanta poder ayudar desde donde estoy".



