Sebastián Perasso |
Concluida la primera edición del histórico Rugby Championship, nuestro ambiente se ha visto sacudido por algunas notas y declaraciones que poco favor hacen a la gran familia del rugby. Seguramente, ello es producto de la enorme pasión que los argentinos tenemos por éste fantástico deporte.
Sin dudas, esa pasión es uno de nuestros más preciados valores. Sin embargo, debemos tener presente que en ciertas oportunidades esa pasión irracional y desbordante puede jugarnos en contra.
Es por ello que solo un balance frío, desapasionado y despersonalizado puede llevarnos a apreciar en su justa medida lo ocurrido en estos dos últimos meses.
En lo relativo al juego, los jugadores no dejaron de sorprendernos y tuvieron una performance muy por encima de las expectativas previas.
Cada jugador desparramó ese espíritu indomable que nos llena de satisfacción y legítimo orgullo. Fueron un ejemplo cabal del más noble y puro espíritu amateur, traducido en tesón, entrega, esfuerzo, superación, lucha frente a la adversidad y trabajo en equipo.
Por otra parte, bien vale un guiño de aprobación en momentos caldeados.
La organización de cada partido fue satisfactoria y asimismo la elección de las provincias y los estadios demostró que la dirigencia acertó con las respectivas sedes.
El marco de público que colmó cada escenario habla a las claras del éxito en términos de difusión de los respectivos eventos. Cada partido albergó hinchas locales pero también un gran número de simpatizantes de otras provincias argentinas e incluso de otros países de la región. Un verdadero éxito por donde se lo mire.
Por último, un hecho que no es menor y no debe pasarse por alto. Cada uno de los visitantes regresó a su tierra con enorme alegría y satisfacción producto de las atenciones dispensadas. Tanto los sudafricanos, neozelandeses y australianos desparramaron elogios hacia todas las direcciones.
Pero, mas allá de aciertos o desaciertos, es justo es señalar que estamos involucrados en un nuevo escenario.
La Unión Argentina de Rugby es ahora una Unión más poderosa, que multiplicó su personal y que maneja un presupuesto mucho más suculento que antaño.
Nuestros jugadores, ya gozan de una competencia anual y han ingresado en un universo desconocido llamado Rugby Championship.
Dentro de ese contexto, recorremos un sendero nunca antes transitado y por lo tanto desconocido. En ese camino aún virgen, muchas cosas nos resultan ajenas y en ocasiones somos víctimas de la inexperiencia.
Es que transitar en territorios desconocidos implica tener la seguridad de que tarde o temprano seguiremos equivocándonos.
Por ello, toda cuestión entorno al rugby y sus protagonistas deberíamos envolverla dentro de un espeso manto de serenidad y tolerancia. Es que practicar la virtud de la tolerancia es esencial. Y ello no significa un dejo de flaqueza ni mucho menos de debilidad.
Es, estrictamente, un acto de grandeza en tiempos de cambios y transformaciones como los actuales.
Está visto. Nos estamos haciendo camino al andar. Y el aprendizaje en esta etapa es esencial. Alguien dijo alguna vez que lo importante no es la experiencia sino las conclusiones que sacamos a partir de nuestra experiencia. De lo contrario, estaríamos condenados a repetir errores y tropezar siempre con la misma piedra.
Todos los aciertos o desatinos, hazañas o derrotas, enseñanzas, errores y alguna que otra desprolijidad, deberíamos capitalizarla a fin de aprovechar positivamente esta primera experiencia en el Rugby Championship. Ése es el verdadero desafío que tenemos por delante…
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