Sofía Pereyra Zenklusen

Parada en el centro de una de las canchas de Córdoba Rugby, Sofía Pereyra Zenklusen llama a jugar.

Pita una vez... y nada. Pita de nuevo... y nada. Los M14 de Universitario y La Tablada están abrazados, cada uno en un in goal, en la arenga final antes del juego.

Tal vez oyeron el silbatazo, alguno miró de reojo, vio una mujer y dijo “no llegó el árbitro aún”.

Lo que no saben es que esa mujer con el estómago anudado y un ligero temblor en las piernas, que ruega que por fin los equipos respondan a su llamado, arbitrará por primera vez en su vida.

Sofía Pereyra Zenklusen, 22 años, se convertirá en la primera mujer árbitro de la historia del rugby cordobés. Recibirá el certificado que la acreditará como tal el próximo lunes, pero tuvo su bautismo hace 10 días en un encuentro M14.

“La verdad que no me animaba a arbitrar. El lunes anterior nos comunicaron a los aspirantes que debíamos dirigir el encuentro de Córdoba Rugby y pasé una semana difícil. Me enfermé, estuve tres días en cama. Pensé que esto no era para mí”, cuenta Sofía, jugadora de Córdoba Rugby, y estudiante de Educación Física en el Instituto San Miguel.

Cuando alumbró el día D, Sofía estuvo a punto de no ir. “Tenía mucho miedo, camino al club llamé a Miguel (Gallardo, capacitor de los aspirantes) para avisarle que no iba a entrar a la cancha. Me dijo que me estaba esperando en el club y que debía dirigir porque no había llegado ninguno de los otros aspirantes”, sigue Sofía.

Los 500 metros que separan la sede del anexo de Córdoba Rugby los transitó envuelta en un mar de incertidumbre. Varias veces pensó en volver sobre sus pasos, y desistir de la loca idea de arbitrar. Pero allí está, haciendo sonar el silbato, llamando a jugar.

“Demostró preocupación por la seguridad de los jugadores y tranquilidad. También predisposición a colaborar con el juego, previniendo y guiando a los jugadores para tratar de cobrar la menor cantidad de infracciones posibles”, analiza Gallardo la actuación de Sofía.

No quería arbitrar el primer partido del encuentro. Varios de sus compañeros aspirantes habían llegado ya y prefirió esperar un poco. “Prepárate que refereás el segundo”, le dijo Gallardo y allí sí, supo que no habría vuelta atrás.

“Supongo que me equivoqué mucho, no estuve bien ubicada en varias jugadas. Pero lo disfruté. Cuando empezó el partido se me fueron los nervios, me concentré y lo jugué”, dice Sofía.

Había pasado una prueba más, la tercera de las que debió superar a partir de que Javier Mancuso, uno de los dos árbitros profesionales del país, le dijo que podía hacer el curso. Fue el año pasado, cuando Sofía no podía jugar: estaba operada por una lesión ligamentaria.

Las clases son los lunes. El primero no fue. El lunes siguiente, tampoco. El tercer lunes se decidió y se presentó en la sede de la Unión Cordobesa. La recibió Mancuso. Una sola mujer, la única, en ese recinto de hombres. Esa fue la primera prueba.

“Pensé que mi presencia molestaría, pero no, al contrario. Todos tuvieron muy buena onda, algunos no entendían bien qué hacía yo allí pero me bancaron. Después, durante el curso varias veces pensé que nunca podría, me costaban algunos temas, no sabía muy bien las reglas y no tenía la experiencia de juego de los otros chicos”, apunta Sofía.

La segunda prueba fue en un entrenamiento, el primero para ella. Fue en el Parque Sarmiento, con todos los árbitros cordobeses. Allí también pensó que nunca podría dirigir.

“Para empezar debíamos imaginarnos una salida de 22 metros e imaginar situaciones de juego. Veía que todos corrían como siguiendo una jugada, haciendo señas, y ahí volví a pensar que esto no era para mí. No había caso, no me salía, pero me bancaron mucho, me tranquilizaron, me dijeron que era normal que las cosas no salgan bien al principio”.

La jugadora

Sofía Pereyra Zenklusen conoció el rugby por profesores y compañeros en el Instituto San Miguel. Se acercó a Córdoba Rugby, cuando la capitana era Laila Mur Badrán. “A ella le debo mucho, me ayudó y me bancó. Después dejó de jugar, pero la recuerdo con mucho cariño”.

Jugó el Sudamericano 2009 que organizó Córdoba Rugby y por problemas en el plantel se alejó. No soportó la abstinencia de rugby y regresó a los meses.

“Fue durísimo. El plantel me recibió como lo esperaba y como me lo merecía: con dureza. Pero me aceptaron, la capitana ya era Victoria Zanela y me bancó a muerte. Desde entonces, mi vida pasa por el rugby y por mi club: Córdoba Rugby. El rugby es todo para mí. Lo diferencia con otras disciplinas en que se trata sólo jugar un partido y nada más. Cuando hay un partido, estoy todo el día en el club”, apunta.

Como jugadora se confiesa penalera. “Los entrenadores me retan mucho. Cometo muchos penales, especialmente en el ruck: siempre entro tirándome de cabeza. Es algo que no puedo controlar, me dejo llevar por el impulso”.

Justamente el ruck es la formación que más le cuesta arbitrar. Y ahora entiende a los árbitros y sus compañeras se ríen cuando en un partido Sofía las reprende por protestar un fallo o les explica alguna regla. Por un buen tiempo, deberá convivir en esa dicotomía.

–¿En qué se parecen arbitrar y jugar, Sofía?

–En que el árbitro también juega. Entrar a una cancha a arbitrar es una forma de jugar. Yo disfruto de ambas cosas.