Agustín Pichot
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Un campo de polo a oscuras que un rato antes fue testigo de un partido con sus amigos en el que, obvio, ganó su equipo, es el escenario en el que Agustín Pichot habla. Arriba suyo, un cielo que sorprende con más estrellas que las que las luces de la ciudad permiten ver. Por detrás, una casa, mutada en taller de diseño, "con gente que quiero, con recuerdos de mi carrera y mi nueva línea de indumentaria Nike, que es lo que hoy me mantiene ocupado". ¿Y por delante? "Una hoja en blanco", define Ficha su presente.
Y agrega: "Creo que por primera vez en mucho tiempo voy a tomarme unos meses". Uno de los mejores rugbiers de la historia argentina cerró el 2011 habiendo conseguido el objetivo por el que luchó desde que en 2007 colgó los botines: meter a Los Pumas en un torneo anual como el Tres Naciones, rebautizado Rugby Championship (o Cuatro Naciones). "Se cerró una etapa en la que aprendí un montón. Imaginate: yo lideraba jugando. Y pasé de ser el protagonista, el capitán, el enemigo, de entrar ante 80.000 personas, a ser alguien que no puede jugar y tenía que convencer desde otro lado, sin la pelota en las manos.
Fue un palo completamente distinto. Fueron cuatro años de que me putearan, de que había siempre una crítica, de golpes, caídas e injusticias, y yo me subía a los aviones, dejaba a la familia... Por suerte, se abre una nueva etapa para el rugby argentino", afirma.
-¿Encontraste más crítica en tu país que afuera? -Síii... En realidad, no todo el rugby es el que piensa así. Unos pocos embarran o ensucian y queda como que está todo mal. Es lo que pasó con la URBA y al final se resolvió en tres reuniones. Y te preguntás: ¿Por qué tanta mediocridad? No era una cuestión de proyectos diferentes, sino de protagonismo y de poder. Eso te molesta, porque en la cancha vos jugás y el juego manda. Acá no manda siempre el juego...
-¿Qué lugar vas a ocupar de ahora en más? -En el día a día ya no voy a estar, es como que di un paso al costado. Estoy viendo cómo todo lo que se sembró empieza a andar. Por supuesto que seguiré ayudando a la UAR en un plano internacional. Y a Los Pumas, porque tengo muchos amigos jugando en la Selección. Hay relaciones construidas en la IRB y en la Sanzar que no se pueden cortar. No puedo decir: "Muchachos, ya no estoy más". Pero ahora empieza una etapa de negociaciones con los jugadores, un trabajo mucho más de día a día que necesitan hacerlas los profesionales contratados. Y yo no trabajo para la UAR. Para eso armamos una estructura que sea lo suficientemente independiente y no necesite de los dirigentes políticos o los asesores. Me siento orgulloso de que las decisiones no sean tomadas bajo una persona, sino bajo una organización. Y eso va a molestar porque la gente no está acostumbrada a que otros tomen decisiones de ese tipo.
-Es momento de cambiarle la mentalidad al rugby y renovarla, ¿no? -De eso se trata. De profesionalizar en serio. Y no tomar "profesionalizar" como que el jugador cobra plata. Eso ya se hace desde el 2000, no nos mintamos. El deporte profesional existe. Las Leonas, el rugby, el básquet... Existe y es bueno. Y genera que cada chico que juegue de ahora en más lo vea de esa manera. Una vez que el rugby logre cambiar esa cabeza, van a entender que el rugby profesional va por acá, el amateur va por allá, y pueden convivir.
-¿Y qué hay que esperar de Los Pumas en este primer año? Porque seamos realistas: campeones no podemos ser.
-El desafío es enorme, lo sabemos todos. Es una cuestión de aprendizaje, de largo plazo. Y no estoy abriendo el paraguas, pero es una realidad: son tres equipos que nos llevan casi 18 años de profesionalismo, más no sé cuánta historia de una forma de entrenar distinta... Hay que aprender, como aprendimos en los dirigencial todos estos años.
-Si los All Blacks son hoy como el Barcelona, ¿qué equipo de fútbol serían Los Pumas? -Un equipo chico que ponga mucho huevo como Giunta y Mouzo en Boca, ja, ja. En el rugby no somos una potencia como en el fútbol, es una realidad.
-Porta fue la cara del rugby durante mucho tiempo en el exterior y terminó en la política. ¿Vos te meterías en la política? -Por ahora, prefiero dedicarme al deporte, que es donde me siento cómodo y donde puedo brindar mucho más. Nunca tuve una función pública, aunque en Chubut hicimos una cosa comercial muy puntual.
-¿Te tentaron para...? -Me han ofrecido cargos y todo, pero no fue mi momento. Habría que prepararse y capacitarse. Hoy acabo de terminar un proceso que fue político también... Llevar al rugby a los Juegos Olímpicos y el Cuatro Naciones fueron temas muy políticos. De ir a pelear, a convencer, seducir... ¿Y por qué no en otro momento, en otra cosa? -¿Y la docencia? ¿O ser técnico? -Por ahora, no la tengo. No la siento... Preferí terminar esto. Pero me encanta: he estado en el CASI, en algunos entrenamientos de la Primera con mi hermano Enrique, pero es una cuestión de tiempos y de compromisos. Hoy viajo mucho, estoy con proyectos comerciales, y los tiempos son difíciles...
-Conociste los tiempos de la radio.
-¡La radio está buenísima! Lo hago porque lo veo como algo divertido. Voy un rato cuando puedo. Es el programa del Bebe (Contepomi), en ESPN Radio, y me invita. Es un relajo mental increíble.
-¿Y te tocó ahí hacerle una pregunta más a fondo a algún compañero? -No, no... Yo siempre dije lo mismo, sobre todo cuando me tocó comentar los partidos: cuesta mucho sacarse la camiseta para hacer críticas. Hoy no me siento capacitado. Tal vez también por eso no me sentí capacitado para ser técnico de gente muy cercana a mí. De Los Pumas, ni hablar: estar con Feli (Contepomi), Juan (Hernández), o quien sea, hubiese sido difícil.
-¿O sea, en un futuro..? -Yo creo que sí. Sí, sí.
-¿No te bajas de dirigir a Los Pumas? -Me encantaría mucho algún día dirigir a Los Pumas.
-Tal vez te toca con esos 18 años de profesionalismo que recién marcabas de las naciones del Hemisferio Sur...
-Exacto. Hay que seguir creciendo un montón. Y apoyando al crecimiento.
-Y a Phelan, que sigue.
-Está buenísimo. Se hizo un análisis, un balance, se volvió a creer en Phelan, que además es un amigo. Estos cuatro años fueron una primera etapa durísima, y Tati, junto a su equipo, van a seguir aprendiendo y creciendo. Ellos también tienen que aprender y crecer. Y el largo plazo es eso: hay que tratar de no entrar en un exitismo de querer ganar todo. Creer que si no ganás sos malo. Construir muchísimo. Argentina tiene que aprender a construir.