Agustín Pichot con sus casacas
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El ex (sí, ya se tiene que acostumbrar a esa condición, aunque sufra) medio scrum sumó emoción tras emoción desde una pantalla donde pasaron videos de su carrera y de los suyos. De elegante esmoquin, dudosamente combinado con ¡zapatillas rosas!, AP casi no podía hablar.
Y cuando pudo agradeció... Ya lejos de Pilar y sin tanta carga emocional encima -aunque por momentos lo alcanzó la congoja-, el ex capitán de Los Pumas le contó a Ole las sensaciones de ya ser un ex.
-¿Te pusiste a pensar en que no jugás más?
-No todavía, ja. La realidad es que no me lo puse a pensar y seguramente me agarren un montón de sentimientos encontrados; es como que se acaba algo muy importante en tu vida y no lo vas a tener más. Debe haber muy pocas cosas que tengan esa intensidad y que se terminen. Siento que una parte mía se murió. No jugar 80 minutos al rugby es lo peor que me puede pasar, es algo inexplicable. Es algo que estuvo conmigo desde los 4 años... es raro.
-¿Por qué no vas a jugar más?
-Se dio solo. Me quedé sin el motor, el fuego que tuve siempre. No había que pensar que se terminaba porque, en definitiva, ya se había terminado.
-Vos nunca cerraste las puertas. Esquivabas la palabra retiro.
-El tema del retiro es complicado, pero es más una especulación externa que un proceso interno, porque todo el mundo necesita saber si te retirás, pero vos no. Al menos que tengas una lesión muy grave. Yo puedo seguir corriendo, puedo seguir jugando, si bien no jugaré como a los 21 ni como en el 2007. Pero de hecho jugué hasta abril.
-El CASI te pide que juegues este año...
-Para mí, el jugador de rugby finalizó. Ahora, que uno pueda cambiar... Yo creo que no, pero cómo puedo adivinar lo que pasará. Retirarse o no... Si yo tengo ganas de volver a jugar, como pasó con Maradona... Te pasa. Por eso el partido del sábado que me organizaron mis amigos fue una expresión de deseo. Me faltaba algo para disfrutar en mi país, con mis amigos no jugaba hacía 15 años. Por eso terminó siendo en la cancha del CASI, con ellos. Más que mi despedida fue una fiesta de amistad y de compartir. Sí, no juego más, pero eso es intrascendente comparado con lo que festejé.
-La hicieron a lo grande: con concentración en el Sheraton y Maradona.
-Fue un poco compartir lo que yo viví, para que ellos entendieran que su amigo un día se fue y vivió algo que nunca vivieron, ver cómo era mi rutina, descubrirnos todos en algo que fue súper esquemático, con lujo de detalles de concentración, comer bien, con charlas que te motivan, salir a la cancha y disfrutarlo. Lo de Diego fue una sorpresa, me emocionaron sus palabras, me dijo que yo no me retiraba porque iba a quedar en las cabecitas de los argentinos... En realidad, todo esto fue para mis amigos de la camada 74, para los que me apoyaron cuando estuve mal en el Mundial 95, en el del 2003, cuando estuve solo en Richmond. Fue un homenaje mío hacia ellos.
-¿Qué ves cuando mirás hacia atrás?
-Un camino muy intenso, con muchísima pasión, muchísimo esfuerzo y haciendo muchísimas cosas. Veo en ese camino el apoyo incondicional de mi familia y mis amigos, y eso es lo que marca haber llegado a un éxito personal. Salir terceros en un Mundial de seven, clasificarnos por primera vez a una segunda ronda de un Mundial, ganar con Los Pumas por primera vez en Europa, a Inglaterra allá en el 2006, haber influido en todo eso... sí, estuvo bueno, me lo llevo como un cambio. Pero hubieron muchísimas otras cosas que fueron valorables, como haber hecho el fondo Puma, cosas hechas como equipo, por solidaridad.
-También tuviste frustraciones, como la de no jugar en el Mundial 95.
-Yo creo que la vida de un deportista se marca por momentos críticos. Las crisis las veo como un sufrimiento y uno toma una decisión, para un lado u otro. Lo más fácil es darte por vencido, decir que si no te ponen no es culpa tuya. O pensar que si no jugás tenés que insistir para estar, como me pasó en el Mundial 95. La constante más importante del porqué llegaste, más allá de si pasaste bien o mal la pelota, de si tuviste talento, es la disciplina parar tratar de mejorar todo el tiempo. Y si en los momentos críticos tenés el apoyo necesario, como el de mis viejos en el 95, se potencia para que crezca. Lo que me pasó fue que, encima, mi viejo, esa persona que tanto había estado conmigo, en el momento de festejo, en el Mundial 99, ya no estaba. Así, me di cuenta de que la satisfacción de uno es compartir. Como cuando vas al Calafate y ves el glaciar, vos querés decirle a alguien que está bueno verlo en vez de disfrutarlo solo. Y en ese momento él no estaba, y todo eso era para él. Yo jugaba al rugby el 80% para él. Y este deporte, salvo mis hijas y mi familia, me dio todo lo que tengo, desde mi educación, el aceptar éxitos y fracasos. Ahora, eso tiene un costo altísimo en muchas cosas.
-¿Por ejemplo?
-No entendés por qué alguien te puede criticar con tanta mala leche. Mi viejo venía desesperado porque Tito Fernández (NdeR: ex segunda y DT de Los Pumas), en el palco oficial, me destrozaba. Y él no lo entendía. Un día lo agarré a Tito y le pregunté qué sentiría si alguien puteara a Santi, su hijo, si no le dolería. Y empezás a entender las cosas. Y nunca me enojé con Tito, todo bien, buena onda. Pero tenemos que ser mejores que eso, porque esto es un deporte, un juego.
-En el que vos rompiste un molde...
-(Interrumpe) Eso es un problema...
-Y el ambiente no estaba acostumbrado a que los rompieran.
-Viví durante muchos años con cosas afuera del juego, preconceptos. No entendía por qué la gente te pone palos en la rueda. Hoy sé que no lo podés cambiar. Pero no lo entendía en el Mundial 95. No lo entendía en la gira previa al Mundial 99, por qué me ponían en duda si yo estaba jugando bien. Pero estaba en duda por dos personas (NdeR: Pipo Méndez y Pochola Silva, DT y manager de Los Pumas en ese tour por Europa) por un tema de política, de profesionalismo y amateurismo, y a mí me embanderaban con el profesionalismo.
Ellos sabían que yo, ideológicamente, podía generar un cambio, lo cual es más peligroso para la gente que concibe el poder en un puñado y manejar todo dictatorialmente, como pasó en el rugby argentino durante muchos años. Y enseguida demonizan: que soy el Moyano de los jugadores, el socio de Domínguez (NdeR: ex agente comercial de la UAR), el que ahora maneja la Unión... Pero todo eso me hizo aprender, todo lo que me molestaron, todo lo que sufrí, todo lo que disfruté. No sé por qué me tocó a mí. Habrá sido suerte, alguna virtud o algo que me habrá ayudado... Llamalo Dios o como quieras.