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13.10.2007 | 22:05
Satisfaction

Por Martín Sardá desde Francia
Especial para RugbydeCuyo

Inglaterra trajo 15 mil simpatizantes, ganó la batalla en el Stade de France y festejó con su música la defensa del título mundial. Luego del sueño, que nació con la victoria sobre Nueva Zelanda, Francia volvió a la realidad.

Sonaron fuerte los Rolling Stones, mucho más Los Beatles y la fiesta cerró con temas de Oasis cantados con un coro desafinado de voces roncas, difónicas de tanto gritar, y también debido a la gran cantidad de cervezas acumuladas en la noche.

Es que Inglaterra le ganó a Francia para llegar a defender el título mundial hasta en la última instancia y nadie lo podía creer, ni propios ni ajenos. Apareció la magia de Jonny Wilkinson y las canciones-de la misma nacionalidad- que desde los altoparlantes del estadio acompañan cada anotación contagiaron a los simpatizante británicos.

“Anochecer de un día agitado”, del cuarteto de Liverpool fue el gran hit de la noche en el Stade de France, pero el primero que se pudo oir en forma tempranera -gracias al “regalo” de Damien Traille- fue “Satisfaction”, de la banda liderada por Mick Jagger.

Sin embargo, la voz que invadió de nostalgia y que graficó con hermosas melodías el final del sueño francés, fue Edith Piaf. “El Gorrión de París” fue lo último que se escuchó en Saint Denis, ya sin los jugadores locales en el terreno de juego y las tribunas poblada casi exclusivamente por la algarabía británica, como para darle la despedida al representativo local.

Pero la jornada ya había arrancado con todo el color. Ya que no era un partido cualquiera. La trayectoria pesaba tanto como el objetivo presente y los simpatizantes de los equipos lo hicieron notar desde antes del kick off.

Como un caprichoso designio de la historia, los ingleses viajaron desde Waterloo, la ciudad que fue el campo de batalla donde se libró la memorable batalla donde derrotaron a la Guardia Imperial, el más poderoso ejército de Napoleón. Arribaron en legiones numerosas, trasladándose en el moderno tren que atraviesa el Canal de la Mancha por el túnel subfluvial para hacer sentir todo su aliento a su representativo nacional.

Como a comienzos del siglo XIX, las fuerzas inglesas no sólo se defendieron en su campo, salieron a buscar a su oponente a terreno rival y derrocaron al Imperio francés. Algunas versiones indicaban que la presencia británica se acercó a los 30 mil.

Pero Francia es local y no dejó lugar a dudas, vitoreando cada nombre de sus jugadores, dándole aliento a su equipo durante todo el calentamiento previo y mucho más cuando comenzó el partido.

Aunque no sólo de británicos y galos se vistió la primera semifinal de la Copa del Mundo. Grupos enormes de neocelandeses y australianos se hicieron presentes en el gigante Stade de France. Los seguidores de los All Blacks y los Wallabies ya tenían sus tickets comprados para la que iba a ser la gran semifinal entre los equipos del hemisferio sur, pero que finalmente fue el gran clásico de los equipos más poderosos del norte.

Los oceánicos -en grandes cantidades, jubilados- se repartieron las preferencias y alguno hasta manifestó abiertamente su apoyo por Les Blues o el XV de la Rosa, pero sobre todo disfrutaron del espectáculo ofrecido, el cual mejoró sensiblemente en el tramo final.

Por otra parte llamó la atención que los ingleses cantaran más que los franceses. Los locales permanecieron callados, demostrando preocupación, su estado de ánimo y recién empezaron a alentar como una reacción cuando la visita cantaba en el segundo tiempo luego del primer acierto de Wilko, que dejó el marcador con la diferencia mínima abajo (8-9).

Apareció “La Marsellesa”, seguido de un desesperado “Allez, allez Les Blues”, pero ya fue tarde, porque en esos últimos e infartantes diez minutos todo sonaba en inglés.

Francia pagó muy cara su soberbia. La victoria sobre los All Blacks los había puesto como virtuales campeones. Sus hinchas festejaron anticipadamente y la presión se trasladó a sus jugadores, tanto que en su propia casa no pudieron resolver la fórmula muy sencilla de su rival.

No le encontraron la vuelta al orden defensivo -ni siquiera con presión agobiante ni tackles espectaculares como Los Pumas-, una modesta conservación de la pelota y lo más eficiente -aunque esta noche no fue tal, porque el apertura desperdició 11 tantos-, la puntería del héroe de Australia 2003, que una vez está apareciendo en los momentos decisivos.


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