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27.06.2009 | 11:09
La despedida de un Grande
Como en un film cuidadosamente guionado, en el amistoso diseñado para enriquecer el instante final de Agustín Pichot como jugador, se entremezclaron sus tres décadas de relación con el deporte que ama.
Agustín Pichot en la despedida en el CASI

No faltó nada. Su trayectoria rugbística se pudo revivir en esa hora plena de emoción. Los incondicionales compañeros de la camada 1974 se reencontraron después de muchísimos años para volver a tacklear, aunque muchos físicos ya no están en condiciones para esos requerimientos. Amigos de distintos ámbitos y varias generaciones de Pumas fueron parte de la ceremonia de tributo al ex capitán del seleccionado.

Dijo adiós en la misma cancha en la que empezó a jugar, cuando apenas tenía cuatro años y ni soñaba en convertirse en lo que es. La Catedral desbordó en una tarde inolvidable; cerca de 5000 personas lo ovacionaron cuando se acabó el encuentro y Mario Ledesma lo llevó en andas. Al último ruedo salió por la calle que sus invitados le hicieron, y las primeras lágrimas se le escaparon cuando aparecieron de sorpresa sus hijas, Valentina y Joaquina, para abrazarlo y darle un beso. Las pequeñas lucían una remera negra con una inscripción alegórica -con el apodo de sus íntimos y el año de nacimiento- en letras blancas: "Enano 9. Orgullo 74". En la tribuna, Florencia, su mujer, hizo lo que pudo para no lagrimear, pero pocas veces ganó en esa lucha. A Cristina, su madre, también se le notó el orgullo: disfrutó viendo a sus tres varones con la misma camiseta.

Juan Martín Hernández ejecutó el kick-off de un encuentro con reglas flexibles y dos formaciones (todas las casacas tenían el 9 en la espalda), con rotaciones permanentes. En el primer tiempo -de media hora- Agustín se vistió de azul y enfrentó a su hermano mayor (Enrique); a su lado tuvo a Patricio Fuselli, el compinche de la adolescencia. Diego Albanese apoyó el primer try, y aunque no se llevó con precisión el tanteador, quedaron grabadas secuencias imborrables: su propia conquista repiqueteando desde la base de un ruck; la palomita hacia el in-goal de Pablo Iturrioz; la anotación de Eliseo Branca; el fervor de Serafín Dengra; las corridas Santiago Gómez Cora; las piruetas de Ignacio y Juan Fernández Lobbe; las humoradas de Mario Ledesma y Mauricio Reggiardo (salió lesionado de la rodilla izquierda); la desfachatez de Juan Leguizamón al patear la conversión de un try; los ingresos de Martín Gaitán, Fabián Turnes, José Santamarina... y un montón de situaciones más.

Sobre el césped se brindaron felices muchísimas de las personas que él considera importantes, pero fuera del campo también lo siguió gente relevante en su camino: Felipe Contepomi (viajó especialmente desde Dublín por dos días, y vino con Shane Horgan, wing de Irlanda), el neozelandés Alex Wyllie, Marcelo Loffreda y Daniel Baetti -todos ex entrenadores de la selección-, entre tantos otros.

Se respetó la rutina habitual, como si se tratara de un partido oficial. En la noche previa -estuvieron concentrados- se realizó el reparto de camisetas, el calentamiento se llevó adelante en la cancha de paleta y en el vestuario hubo charla motivadora y entrega de algunos presentes. La satisfacción se completó cuando en el último período, a Agustín, vestido de negro y blanco, lo escoltaron en la misma alineación sus hermanos, Enrique y Joaquín -marcó un try-. La ceremonia estuvo impregnada de flashes conmovedores, y Enrique entregó una elocuente descripción de la esta experiencia movilizadora: "Este fue el reconocimiento de la gente por el esfuerzo y el cariño que Agustín le dedicó a este deporte. Como hermano me siento completamente lleno, porque es un grande".

Momentos para siempre

En la concentración de Pilar, la noche previa al partido festivo, lo visitó de sorpresa Diego Armando Maradona. El gesto del Diez lo conmovió.

En la entrega de camisetas, junto a la nueva generación Puma: Hernández, Juan Fernández Lobbe, Albacete, Leguizamón, Tiesi y Lozada.

Como en los viejos tiempos: antes de entrar a jugar, Marcelo Loffreda le dio un presente. Técnico y capitán hicieron historia juntos en el seleccionado.

Primer instante cautivamente de la tarde: Pichot pisa por última vez el césped del CASI, y la multitud le rinde homenaje al ídolo que se va.

Su trayectoria en una camiseta: cuando se acabó todo, Roncero le regaló una casaca de los Pumas con su nombre y el 72, su número de caps.

La Nación - Producción RugbydeCuyo
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